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Acercamiento al paciente oncológico |
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Jesus sanchez padilla. Medico de AP(C.S Teruel) y miembro de la AECC. El concepto que la comunidad tiene sobre la muerte es muy diverso aunque no hay demasiadas variaciones en su interpretación a lo largo de los siglos. Parece que con cuatro o cinco esquemas sobre este entorno vital, quedan satisfechas estas fúnebres filosofias. Lógicamente, según la idea que se tenga sobre el tránsito vida / muerte, serán muy distintas las manifestaciones de la sociedad, de la familia y del propio moribundo al enfrentarse con ese paso. Así, en lo externo, mientras unos se visten de blanco otros cubren su cuerpo de negro riguroso; se tocará a gloria con las campanas al vuelo o doblarán los bronces parsimoniosos y lentos en lo alto de las torres; el velatorio será con plañideras o se servirá café con pastas a media jornada. También el significado profundo del tránsito será interpretado de manera diversa. La muerte como fatalismo se daba en la prehistoria, pero también hoy. Todas las cosas, y la muerte principalmente, ocurren por embrujamientos o por castigo de los Dioses. Tan es así, que si se producen una serie de calamidades concatenadas, el colectivo es consciente de estar viviendo un castigo divino y "comprende claramente" el por qué de una epidemia. Si actualizamos los conceptos a nuestros días, sería "el sino" de cada uno. La muerte se acepta como inevitable, nadie la discute y no se intenta resistirse a ella. La gente lo sabe. Hasta el propio sujeto designado por el destino. Es el fatalismo. Es un consuelo resignado que palía el suceso La muerte de quien acepta las doctrinas de una religión y sigue sus ritos, es vivida de una manera muy distinta. Cuando en el transcurso de la vida aparece una enfermedad y por esa evolución tórpida y consuntiva se presenta como grave, la familia y el propio enfermo intuye que la muerte puede sobrevenir. Todos aceptan esa muerte con resignación por mucha que sea la pena o el dolor que produzca, pero, sobre todo, el sujeto ha de ejercer su acción de moribundo públicamente. Para hacerlo hay unas normas sociales y religiosas a seguir tales como testar, mantener reuniones con familiares, amigos, vecinos y sacerdote. Los testamentos realizados bajo este concepto imponen mandas en las que se especifican los funerales que se han de hacer, limosnas a repartir, tipo de sepultura y demás pormenores relacionados con la otra vida. Significa una aceptación del destino del hombre y una manifestación pública de su cumplimiento social y religioso. Es el tránsito de esta vida a la futura que se ofrece como perdurable y feliz. Se admiten dentro del dolor personal y familiar como el cumplimiento de una voluntad divina, pero esta vez basada en el amor, no en el castigo. Es te es el sentimiento paliativo del trauma. Cuando la muerte se interpreta como el periodo último de la vida personal en el que se deben atender a unas responsabilidades creadas a lo largo de toda la existencia, las expresiones sociales son distintas. Según la legislacion vigente, todo el mundo tiene derecho a conocer, a leer su historia clínica. El paciente solicita que se cumpla con el derecho a enterarse de su estado fisico, de su pronóstico, su evolución, los tratamientos a seguir y las posibilidades que tiene cada decisión en uno u otro sentido. La finalidad es poner en práctica acciones que se han ido demorando y que uno desea realizar antes de fallecer. Ajustar el "y después" en su familia y en su entorno más querido, en sus posesiones, en sus industrias... testar con conocimiento real de la situación, organizar en definitiva.
Curiosamente la persona enferma, en una amplia mayoría, tampoco desea ser informado o sólo quiere saber parte de la noticia. En cualquier caso, cuando la muerte se acerca, se ha de aclarar lo que está pasando, para que todo parezca estar bajo control y con visos de credibilidad. Como se entiende que el médico ha de tener experiencia en el manejo de estas situaciones, se le hace asumir obligaciones que corresponderían a los familiares fundamentalmente. Porque la sociedad le encarga, le exige que diga al enfermo y a los familiares, sobre todo a los más próximos, aquellas noticias que convengan a las costumbres de su entorno, no la realidad o lo que el propio facultativo pudiera pensar que seria bueno. En ocasiones, sí, podría ser que se diga la verdad de forma progresiva y suave, pero lo más frecuente es que se pida ocultar la realidad al paciente. Ojo, que también se ha de esconder este hecho a los parientes más próximos, por lo menos hasta que la muerte sea iníninente, en cuyo caso se les "habrá de preparar". Si se exceptúan los médicos que se ven obligados, los norteamericanos, p.e., y que han de comunicar la realidad por ley, el médico tiene que afrontar un problema al que nunca se acostumbra porque no hay receta. Tan no hay "receta" que varía de médico a médico y caso a caso. Cuando no se tiene experiencia, las ideas suelen estar claras porque son fruto de un hilo discursivo teórico que suele cambiarse cuando se choca con la presencia o intervención de los pacientes y allegados. Este tema es siempre objeto de debate y tal vez en este foro pudiera presentarse como idóneo para contrastar las experiencias de nuestro trabajo diario. ¡Hay tantas variables para tomar una decisión!. Intervienen el grado de conciencia del enfermo, el ánimo deprimido o exaltado, si vive solo, acompañado o en una residencia, la postura de la familia a favor o en contra, las necesidades jurídicas o legales que se den y que el médico conozca, (voluntad de contraer matrimonio, de hacer o modificar testamento, afán de realizar determinado acto importante para él), necesidad de ser intervenido quirúrgicamente con efectos residuales importantes, etc. Si una norma general pudiera consensuarse, creo yo que seria: "Tomarse todo el tiempo que sea prudente para conocer la información que nuestro paciente pueda asumir y necesite saber, aunque sin mentir nunca". Se puede esperar un tiempo prudencial con algunas imprecisiones, porque a un médico se le permite dudar ante un diagnóstico, pero no se debe mentir en esas divagaciones o falsas explicaciones. Al médico no se le permite y origina falta de confianza ante el paciente si es sorprendido en una dualidad. "Si se dijera la fatal realidad, nunca se puede cerrar la puerta a la esperanza". Claro que la casuística es extensa. Hay muchísimos pacientes que conocen perfectamente su estado pero que no quieren escucharlo en voz alta. Otros casi terminales te piden en un aparte que no se le diga la verdad a su cónyuge para evitarles sufrimientos... Por último muchas familias están enteradas, tanto paciente como deudos del pronóstico fatal, y ambos saben lo que el otro conoce, pero sus reglas del juego les inducen a no decir nada. La verdad es que todos nos encontramos más agusto con ese paciente que sabe la verdad y lucha por vivir porque mantiene un hilo de esperanza. En esos casos se les puede mirar a los ojos porque sabes que no leerán en los tuyos ningún atisbo de engaño. Aunque eso no siempre es posible y hasta, a veces, puede resultar menos bueno. |
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